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LAS DOS TIENDAS
No entró Cristo en el santuario hecho de mano de hombre, figura del verdadero, sino del cielo mismo, para presentarse ahora por nosotros ante Dios"
Heb 9, 24
Un mosaico o una imagen sacra en una iglesia no necesita una explicación. Es la representación de la Fe que ahí se celebra. Los muros de la iglesia son como un lienzo en el que queda plasmada la Fe que ahí se celebra. Por tanto para hablar de los mosaicos de éste templo en la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe el momento más apropiado sería la homilía, teniendo lugar una catequesis sobre la iconografía aquí representada, que podríamos resumir de la manera siguiente: La predicación apostólica del misterio de Cristo (Pasión, muerte y Resurrección) y el acontecimiento Guadalupano han dado frutos de santidad en México, América y el mundo entero.
La iconografía en el templo se lee de izquierda a derecha y la podemos dividir en tres escenas: La Barca, El Misterio de Cristo (Pasión, Muerte y Resurrección); Virgen de Guadalupe y Frutos de santidad.
LAS DOS TIENDAS
El abismo que existe entre el Creador y la creatura no se puede atravesar de parte de la creación. Todas las culturas han intentado hacerlo, pero no se puede. El pecado ha ulteriormente agravado la situación, de tal manera, de llegar a hacer de este abismo una noche cerrada que nadie logra pasar. Es un verdadero muro, un velo de acero. Pero Dios ha venido, se ha hecho hombre, ha abierto el velo, lo ha rasgado y ha hecho un puente. En la Carta a los Hebreos en los capítulos 8-9-10 tenemos una imagen formidable con la cual se explica esta “abertura al pasaje”: es la imagen de la tienda. Moisés en la cima del monte, recibe de Dios la visión de cómo hacer la tienda para la liturgia. Y recibió la orden de hacer dos tiendas, poniendo el velo entre la primera y la segunda.
A través de éste velo solo el Sumo Sacerdote, una vez al año, podía pasar para versar la sangre del sacrificio sobre la cubierta del Arca de la Alianza, para purificar al pueblo. La primera era la tienda hecha con las manos del hombre, la segunda no pertenece a ésta creación sino al cielo. Dice también la carta a los Hebreos que con la encarnación Dios ha entrado en ésta primera tienda. Y ésta es la humanidad.
El término “atendarse” explica bien esta imagen. Cuando los hebreos querían decir que han llevado el Arca de la Alianza en el templo, no decían que la habían puesto en el templo, porque eso no se puede. Esto lo hacían los paganos: “han hecho una estatua y la han puesto en el templo”. Nuestro Dios no se puede “poner”, el Él quien se mueve. No lo movemos nosotros. Entonces, ¿qué es lo que han dicho? Que Dios se ha “atendado”, es decir, ha puesto su tienda y ha entrado en ella. Dios ha creado la humanidad, el hombre, ha puesto su tienda y luego, en un momento concreto de la historia ha entrado en ella, para habitar en ella. Esta es la humanidad, como único y verdadero templo de Dios. El hombre es el lugar donde Dios habita. El velo es la muerte, el pecado ha producido la muerte y es esto lo que nos separa de Dios. Cuando Cristo muere en la cruz se ha rasgado el velo del templo. Cristo en su humanidad, con su muerte, ha abierto la puerta, ha entrado en el santuario donde habita el Padre, y ésta abertura ha quedado para siempre abierta, no la puede cerrar nadie. Tanto que Juan en el Apocalipsis dice: yo veo que la puerta del cielo está abierta, yo veo dentro. Con la mano del Padre y la llama de fuego del Espíritu Santo la escena de la crucifixión se vuelve una escena Trinitaria.