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DESCENSO A LOS INFIERNOS.
Anástasis
"Tengo las llaves de la muerte y del Hades"
Ap 1, 18
La escena representa la resurrección de Cristo, según la interpretación figurativa de los himnos de San Efrén el Sirio, uno de los mas grandes padres y teólogos de la Iglesia antigua. Cristo desciende al sheol y saca de las tumbas a nuestros antepasados Adán y Eva, para llevarlos de nuevo al Padre. El mosaico no representa a Cristo en el acto de salir de la tumba, sino en el de hundirse en ella, Cristo no sale de la tumba como quien se ha liberado de muerte y se escapa. El Señor, de hecho, no ha vencido a la muerte para si mismo, como un superhombre; la grandeza de la resurrección de Cristo consiste en el hecho de que entra en el imperio del príncipe de las tinieblas que tiene esclavos a Adán y Eva, es decir, a toda la humanidad, y libera al hombre de la muerte y del miedo que inspira. El origen de la Iglesia es más antiguo que la conquista de América. El cristianismo (según Ivanov) viene a América en un momento histórico-cultural de una época crítica, del primado de la doctrina, del primado de la idea, de la elaboración intelectual que precedía a la vida. Esto quiere decir que primero se hace un proyecto y luego se lleva a cabo. En donde el centro es el individuo.
DESCENSO A LOS INFIERNOS.
ANÁSTASIS
Cristo desciende, vivo, a las entrañas de la tierra y al imperio de la muerte. El reino de la muerte ha terminado porque ha acogido a un vivo. Desciende la luz verdadera, el sol de la justicia que ilumina “a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte” (Lc 1,79). Cristo llega en su esplendor, él es la luz que viene a iluminar. El vinculo de amor que Dios mantiene siempre con todos los que ha llamado a la vida y se hunde en las profundidades de la tierra. La tierra se estremece y se raja para que pueda redescubrir su verdad y servir a Adán. No para ocultarlo ante Dios, sino para restituirlo a Dios. Toda la creación, toda la materia es envuelta y transformada por la luz del resucitado. Las tinieblas se han abierto, al no poder soportar la luz absoluta de Cristo. Él tiene con las manos a Adán y Eva. Cristo, segunda persona de la Trinidad, se hizo hombre para entrar en el escondite de la humanidad, encerrada en si misma, incapaz de amar, y por tanto de Vida Eterna, porque solo el amor es Eterno. Trató de decirle al hombre que Dios es amor y que el hombre puede abandonar las tierras desiertas y áridas para volver a su casa, donde el padre lo está esperando.
El resucitado toma a Adán de la muñeca -el lugar donde se mide la vida- y lo lleva a la existencia, lo mismo sucede con Eva -la madre de los vivientes- y restablece la amistad de los orígenes de toda la humanidad. Así comienza el retorno al Padre. Cristo toma a Adán y Eva para llevarlos a la dignidad de Hijos de Dios. Por eso, toda la humanidad redimida con Cristo y en Cristo volverá al amor de la trinidad donde está el verdadero lugar del hombre